domingo, 20 de febrero de 2011

Nocturna Colun

Una nocturna no es lo mismo cuando la escuchas rodeado de verde. Pensaré que fred la hizo en medio del negro, habrá que ver si a los paltos les gusta más de día. En octubre la soledad de la carretera va a acompañar a mi público, en medio de la primavera y sin autos, ciudades ni vivaldi, en un radio de cinco horas.
El viaje es lento, trato que la carga no se mueva mucho, que no se desafine, y busco un buen lugar, un campo de girasoles, una laguna, un bosque de los que parecen hechos con regla, cerca de los caballos, pero que sólo me teloneen los grillos. Salir de la berma, parar el camión y poner la rampa, bajar el piano con el menor ruido posible, que las ovejas se asustan fácil, poner algo bajo las ruedas, que no se ensucien ni hagan tira el pasto, tratar de adivinar lo que piensan las luciérnagas mientras levanto la tapa.
La nocturna comienza. Se acercan los zancudos a oír, el río aplaude al ritmo, el viento parece que quiere hacer armonía, las estrellas no se inmutan, nada nuevo para ellas, y las nubes, la cordillera, la luna a lo lejos, el paisaje sublime me acompaña por toda la pieza.
La nocturna termina. Me doy la vuelta y veo un señor, sombrero en mano con cara de qué cresta, me pregunta qué diantre fue eso. Le sonrío, "Un poco e chopan pa las vacas."

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